jueves, julio 31, 2008

Posconflicto

Hace unos años, el general Fernando Tapias –ya retirado– decía en una pequeña reunión que el país debía empezarse a preparar para el posconflicto. Esa afirmación me llamó la atención, por una parte, por el convencimiento que Tapias tenía sobre el final de la confrontación armada en Colombia; y por la otra, por el asunto del posconflicto en sí, pues en ese momento era muy poca la gente que hablaba del tema.

Como precursor y arquitecto del fortalecimiento de las Fuerzas Armadas iniciado por Pastrana y continuado por Uribe, me resultaba lógico que Tapias creyera en la inminente victoria militar del Estado particularmente sobre la guerrilla, principal responsable de la violencia del último medio siglo en Colombia. No recuerdo haberle oído mencionar mayor cosa a Tapias acerca del tema paramilitar, excepto un apoyo tácito a la incipiente política de desmovilización de las AUC, que por entonces promovía y llevaba a cabo el presidente Uribe.

En cambio sí me resultaba curioso que este oficial retirado empezara ya a hablar del posconflicto, en un momento en que pocos miraban más allá de los titulares que daban cuenta de las acciones cada vez más esporádicas de Tirofijo y sus muchachos.

Hoy, tras los duros golpes que las Fuerzas Armadas le han propinado a las FARC, y con los cabecillas de las AUC extraditados, el tema del posconflicto vuelve a ponerse de moda; pero no tanto por el debilitamiento evidente de la guerrilla y los paras, sino por la falta de una adecuada estrategia para resolver la situación de quienes han estado involucrados de alguna manera en este conflicto que, entre otras cosas, el propio Presidente de la República se niega a reconocer.

A juzgar por los índices de criminalidad asociados de alguna forma con los desmovilizados de las bandas paramilitares, el panorama es poco alentador. Así se puede deducir de las noticias que dan cuenta del elevado número de asesinatos que en meses y semanas recientes se presentan en varias capitales del país, empezando por Medellín. Y la raíz del problema estriba precisamente en que no hay (ni ha habido) una frontera entre paracos y narcos, tal como quedó demostrado hace un par de días, cuando el pobre Frank Pearl, consejero para la Reintegración, trataba de explicar las causas de los asesinatos de integrantes de las AUC: “Desde que el proceso [de desmovilización] comenzó, hay algunos mandos medios que nunca entraron a él y siguieron dedicados al narcotráfico […] se están disputando los testaferratos, los activos, las rutas y el control de las oficinas”, decía el encartado funcionario en unas desafortunadas declaraciones difundidas por el Canal Caracol.

Ad portas del supuesto posconflicto, es evidente que el manejo del tema paramilitar está aún muy crudo, no sólo en lo relativo a los victimarios, sino por el lado de las víctimas, de las que no se ha hablado mucho últimamente.

Y si después de tanto tiempo y recursos no han podido con los paras, ¿cómo harán en una eventual desmovilización de guerrilleros?

2 comentarios:

  1. vi en un noticiero que a las víctimas que han sobrevivido les van a dar entre 12 y 18 millones de pesos dependiento del número de descuartizados que hubiera en su familia...

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  2. Eso del tema del posconflicto es bien delicado. Se necesita mucha estatura política para hacer bien dicho proceso, y creo que Colombia es más bien enana en lo que a eso respecta.

    Saludos.

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