La entrada a nuestro hotel fue un poco problemática, pues ahí también se hospedaba la selección de Argentina, pero tras unos minutos lo logramos. Después de un rato en el lobby, pasó ante nosotros el equipo gaucho, donde sobresalía la menuda figura de Lionel Messi, quien caminaba muy tranquilo entre sus compañeros. Al verlo cruzar me pregunté qué cosas estarían pasando por su cabeza. Todos queríamos tomar foto de los astros, sobre todo del ídolo del Barça; yo disparé varias veces mi iPhone y en una de ellas logré la imagen nítida de quien minutos más tarde habría de ser nuestro verdugo.
Poco después de los argentinos salimos nosotros también hacia el estadio Metropolitano, rodeado por un hormiguero de personas dedicadas al rebusque con la venta de emblemas nacionales y prendas deportivas chiviadas y artesanales, comestibles y bebidas frías, mientras otros se ofrecían a cuidar carros en improvisados parqueaderos. Al avanzar en medio del tumulto de buses, carros, motos y peatones, me daba curiosidad saber cuántos de esos vendedores que trabajan junto al estadio quisieran entrar a ver a la Selección y nunca han podido hacerlo.
Finalmente nos llevaron a un palco, pasó lo que pasó y, llenos de frustración por el pobre espectáculo de la Selección Colombia, salimos hablando de uno y otro jugador y del entrenador. Para algunos, incluso, la cosa tenía visos de tragedia. Sin embargo, en la camioneta que nos llevaba de regreso al hotel, pensando en todos aquellos que de verdad tienen problemas reales en la vida, o en esos que nunca tendrán con qué comprar una entrada a un partido de eliminatoria, me repetía: “Es sólo un partido”.
Es solo un partido, porque los problemas que afectan la humanidad son muchos mas y de mayor tracendencia, ¡bien dicho!
ResponderBorrarTodos tenemos nuestras propias preocupaciones. Pero valioso es que recalque que nos preocupemos por trivialidades cuando hay cuestiones de más trascendencia que un partido. Por qué el fútbol, la moda, no ver un programa, nos preocupan???
ResponderBorrarVladdo, interesante el dato de DANIEL SAMPER OSPINA -Semana-. El Estado gasta al año 11 millones en cada recluso y 3 millones en cada estudiante de las universidades públicas -¿casi igual a las proporciones de gasto militar vs. educación?. Antes podemos dormir en el reino de las desigualdades y si no hay para la consulta de la doctora de las goticas, bueno es el Valium, más barato que el Prozac, el Xanax y otros menjurjes alópatas. Hasta en esas vanalidades hay competencia desleal, pero hay una estrategia gratis, muy nuestra y bastante democrática en la práctica, hacerse el pendejo y no hay polígrafo ni estadígrafo que mida esos indicadores individuales.
ResponderBorrarbueno esta bien tu analisis pero el problema radica en que nadie hace ni hara nada por esos pobres es algo de nunca acabar que lastima
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