jueves, noviembre 18, 2010

Herramienta de creación

El periodismo nos da a quienes vivimos en el mundo de los medios ciertas oportunidades que otros profesionales no disfrutan. Uno de esos privilegios fue el que tuve el viernes de la semana pasada cuando, gracias a una invitación de la Embajada de Alemania, pude conocer un lugar muy especial.

Cuando empezaron los arreglos para el viaje a la patria de Goethe, Beethoven, Böll o Grass, entre otros ilustres personajes, mis anfitriones me ofrecieron la posibilidad de ir a dos ciudades diferentes y me pidieron que propusiera qué actividades quería adelantar en cada sitio. Desde luego en mis planes no podía faltar Berlín, ciudad que ya conocía, pero a la que nunca me canso de volver. Pensar en mi segundo destino no fue tampoco muy difícil, pues hacía tiempo quería volver a Núremberg, sede no sólo del primer tribunal internacional de justicia, sino también de una fábrica muy cercana a mi vida personal y profesional.

Ya en el viaje, tras varios días de encuentros con algunos periodistas y citas con funcionarios del gobierno en la capital federal, el tren me llevó a Núremberg, la segunda ciudad de Baviera, después de Múnich, donde además nació Alberto Durero, el mejor artista alemán del Renacimiento. Aunque tuve en esa pequeña localidad dos actividades muy interesantes pero muy distintas, por cuestiones de espacio me voy a referir sólo a una: la visita a la planta de Faber-Castell.

Muchos colegas que han ido a Alemania se ponen felices yendo a las sedes de Mercedes Benz, Audi, Porsche o BMW, lugares que sin duda deben ser espectaculares y que me gustaría conocer algún día. Sin embargo, para mí, era un sueño ver cómo se hace algo tan simple y tan noble como un lápiz.

Sobra decir que todos mis dibujos empiezan con un lápiz, pero más allá de esta personalísima alusión, resultaría imposible imaginar cuántas grandes obras del arte universal comenzaron con un lápiz. Aun en plena era digital muchos pintores, arquitectos, músicos o diseñadores esbozan sus proyectos con un lápiz. Incluso a Bill Gates, en una rueda de prensa, lo vi tomar nota de las preguntas que le hacían los periodistas con un lápiz. Una filósofa que conozco no escribe sus apresurados apuntes y sus profundas reflexiones si no es con lápiz; y, en contraste, los niños que quieren representar sus primeras ideas lo hacen también con un lápiz.

Ver paso a paso la elaboración de esa humilde y poderosa herramienta, ver cómo unas tablitas de madera terminan convertidas en semejante utensilio, es un placer indescriptible; sólo comparable con el que sentiría un chiquillo en una fábrica de chocolates.

Gracias a esa visita supe que la hechura de un lápiz requiere 180 pasos, que el grafito es un mineral y que la marca Faber-Castell lleva el acento en la última sílaba. Y lo más importante: entendí que el lápiz no es un instrumento de escritura sino una herramienta de creación.

4 comentarios:

  1. Que buena nota, me da envidia de la buena...si puedes creo que en Núremberg también esta la fabrica de Staedler.


    Un abrazo
    matador

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  2. Me encanto su blog hoy y gracias por recordarnos la existencia de algo tan unido a la inocencia de nuestra infancia.

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  3. Bonito su artículo, don Vladdo. Y me gusta porque está en consonancia con algo también muy sensato que dijo Eco en una columna:

    «El hecho es que, lo hemos dicho, el arte de la caligrafía educa el control de la mano y la coordinación entre la muñeca y el cerebro. Bartezzaghi recuerda que la escritura a mano requiere que se componga mentalmente la frase antes de escribirla, pero, en cualquier caso, la escritura a mano, con la resistencia de la pluma y del papel, impone una demora reflexiva. Muchos escritores, aunque estén acostumbrados a escribir con el computador, saben que a veces les gustaría poder grabar una tablilla de arcilla como los sumerios, para poder pensar con calma.»

    Y lo mismo sucede con el dibujo -supongo-, porque no lo practico. Sí, creo que esa es la magia del lápiz, «impone una demora reflexiva», y eso necesitamos: no precisamente detener el paso, sólo ralentizarlo. El «Festina lente» de los clásicos.

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  4. Por cierto, aquí está el enlace: http://www.elespectador.com/columna167250-pensamientos-limpio

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