miércoles, octubre 27, 2010

Quince años sin Gómez

Al cumplirse el tercer lustro del asesinato impune de Álvaro Gómez, reproduzco este relato, publicado originalmente en el libro ‘Una semana de quince años’ (Aguilar, 2009).
La mañana del 2 de noviembre de 1995 yo estaba en el tercer piso de la revista Semana, conversando con la periodista María Lucía Fernández, quien se encontraba de visita, cuando llegó la noticia inicial del ataque contra el Presidente del Consejo Editorial de El Nuevo Siglo, a la salida de la Universidad Sergio Arboleda, en el norte de Bogotá. Los dos quedamos pasmados, sin nada qué decir. Yo le tenía un especial afecto a Gómez, pues durante los siete años que trabajé a su lado no sólo tuvimos una magnífica relación profesional, sino que también fue muy deferente conmigo. De hecho, él prologó en 1989 mi primer libro de caricaturas, un tomo dedicado al presidente de la época, Virgilio Barco.

Cuando se confirmó su muerte, mis ojos se llenaron de lágrimas. Que a mí se me humedecieran los ojos, no era noticia, teniendo en cuenta mi estrecha relación con Gómez; sin embargo, cuando minutos después entré a la oficina de Mauricio Sáenz (hoy subdirector de Semana) y lo encontré en las mismas, me estremecí mucho más.

Como suele suceder con la muerte de alguien cercano, la cabeza se me llenó de recuerdos y de anécdotas. Particularmente recordé las visitas que le hice a Gómez en la embajada de Colombia en París, cuando yo estudiaba diseño gráfico en Holanda. Recorrer las calles parisinas con Gómez era como pasear con un guía personal de arte. En compañía suya asistí, en el verano de 1992, a la última exposición que hizo en esa ciudad Luis Caballero (fallecido en junio de 1995). En aquella oportunidad Gómez y yo observamos detenidamente todos los cuadros en gran formato, en los cuales predominaban los colores terracota.

Recordé también que un año antes, cuando murió Carlos Lleras Restrepo, Mauricio Vargas, entonces director de Semana, me pidió que llamara a Gómez y le preguntara si estaría dispuesto a escribir unas líneas o a dar alguna declaración sobre el ex presidente fallecido. En forma muy amable, pero contundente, Gómez se negó y me dijo que le daba pereza escribir una nota elogiando a Lleras, después de que ellos dos no habían tenido una muy buena relación, y que tampoco se iba a poner a hablar mal de un muerto, porque eso era de pésimo gusto.

Cuando me recuperé del impacto del asesinato de Gómez, descubrí que en la Redacción de Semana la noticia había producido un efecto devastador. Todos estaban desconcertados y, conocedores de lo especial que era Gómez para mí, varios compañeros me expresaron su pesar.

De inmediato, tal vez a manera de escape, me fui para el archivo y me di a la tarea de buscar la mejor foto de mi ex jefe y amigo para la portada de la siguiente edición de Semana.

2 comentarios:

  1. Que afortunado usted que lo tuvo como amigo. Y lamentable que nunca fuera elegido como presidente de Colombia

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  2. Afortunado. Gómez no era apto para presidente, le faltaba humildad.

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